Celebrábamos el cumpleaños de mi querido consorte cuando sin saber si Mario (que estaba invitado) aparecería o no en el Hotel donde estábamos todos citados. Yo llegué tarde puesto que trabajaba aquel sábado y mi sorpresa fue mayúscula cuando lo encontré junto al resto de invitados tomando una copa en la barra del bar del hotel. Teníamos que conseguir que la noche acabara prometiendo.
La cena fue muy bien porque Mario se sentó entre mi querido consorte y un servidor… Hay que decir que las tocadas (sobadas descaradas debajo de la mesa) de paquete iban a la orden entre Mario y aquí dos servidores mientras que todos los comensales no se enteraban de nada de nada… y todo ello mientras seguíamos regando la cena con vino y cava. En un primer viaje al lavabo todo quedo en un casual encuentro a medio camino entre Mario y yo, sin levantar sospechas (tampoco no había ninguna intención de nada –en aquel momento-), excepto para mi consorte que haciéndose el ofendido cuestionó lo casual del encuentro. Jajajaja….
El segundo encuentro ya no fue tan casual y fue muy premeditado por mi parte. Mario se levantó antes que yo y decidí seguirle con una prudente distancia. Algo que al final no decidí acabar de cumplir puesto que lo esperé a traición en la puerta de su baño hasta que saliera. Cuando esto pasó lo empujé sutilmente de nuevo hacia dentro del baño… ¿con qué propósito? Fundirme con él en un profundo beso y continuar esos tocamientos que habíamos iniciado en la mesa. Los tocamientos por encima de unos tejanos cada vez más apretados y abultados acabaron conmigo bajándole la cremallera y llevándome su rabo a mi boca. Cosa que luego Mario hizo al contrario. Todo eso con Mario que me tenía contra la pared (y yo encantado).
Entonces descubrí algo lascivo en su mirada. Me miró y reculando en el lavabo intentó llevarme hasta el lavamanos. Intentó subirse encima del lavabo y nuestra sorpresa fue tremenda cuando al simplemente apoyarse en el lavabo éste se precipitó hasta el suelo (¡¡!!). Naturalmente todo el morbo y toda la libido de ese momento murió ahí cuando vimos la encimera con el lavamanos cayendo y aterrizando en el suelo.
- ¿Y ahora que hacemos? -Los ojos de Mario demostraban un estado de terror indescriptible mientras no paraba de repetir “¡¡Joder!! Se me ha bajado todo!!”- ¿Y ahora que hacemos?
- Primero vamos a calmarnos. Aquí no ha pasado nada.
- ¿Cómo que no? ¿Ahora que hacemos?
- Salir por la puerta como si no hubiera pasado nada. Primero sales tú… y pasados unos momentos salgo yo.
- ¿Y?
- ¿Y?... Pues como ya te he dicho: Aquí no ha pasado nada. Y no se le dice nada a nadie.
Regresamos a la mesa. Mario todavía tenía la cara descompuesta. Yo (sin poder parar de contener esa risa estúpida nerviosa que se nos pone a todos) decidí comentarle la situación a mi querido consorte mientras intentaba mantener la calma.
Naturalmente al final acabamos comentando la situación mientras disfrutábamos de nuestros mojitos o martini’s. Más tarde Mario se vino con nosotros a casa, pero eso se explicará en otro capítulo. Solamente adelanto que (cómo dice el título de la entrada) hubo nuevamente un trío con nuestro querido Mario.
¡Qué mejor regalo que le pudo hacer Mario al Consorte!
De Madame a Fontanero.
Saludos viciosos.
